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CRÍTICA_EMIL FERRIS: LO QUE MÁS ME GUSTAN SON LOS MONSTRUOS

No hay que dejarse engañar. Una primera mirada sencilla a la historia nos presenta una niña-lobo de diez años, que dibuja y que investiga un crimen, pero en estas páginas tenemos más de una historia, más de un personaje redondo y más de un mensaje hasta llegar al final; un mundo completo que ha creado Emil Ferris y que nos toca a nosotros descubrir.


Un análisis más profundo, nos revela que en este cómic tenemos dos partes bien diferenciadas y que marcan tanto la forma como la estructura de la historia.


Fuente: Twitter


En la primera parte, nos toca hablar del dibujo, pero es difícil encontrar una descripción que abarque el estilo tan personal, lo mejor, que cada lector pueda verlo y disfrutar de cada una de las imágenes, imágenes que inunda las páginas con su propio estilo y que te obligan a detenerte en cada una de ellas, primero en los aspectos generales y después a pasar la lupa por los pequeños detalles, detalles que son los que realmente aportan profundidad a las ilustraciones.


Como segunda parte, nos encontramos con todos los andamiajes que sustenta la narración y que nos permite abarcar toda una realidad presente en la obra.


En la parte narrativa nos encontramos con dos planos que se complementan pero que cada uno puede ser observado de manera individual por su propio peso.


En el primer plano está nuestra protagonista con su visión personal y muy subjetiva que le permite ser el nexo de unión de todos los personajes y acontecimientos que suceden a su alrededor. Además hay que tener en cuenta que ya solo la evolución de la protagonista proporciona una historia completa y profunda; con un final que nos hace reflexionar.


A su lado nos encontramos a su familia, una familia compuesta por su madre y su hermano, que mantienen una relación que se desarrolla a lo largo de las páginas y que muestra la dificultad mantener unida a las personas tanto por el carácter individual como por las circunstancias particulares que viven cada uno de ellos.


Y como tercer punto de este triángulo, nos encontramos con el espacio que rodea a esta familia, el bloque y el barrio, elementos muy particulares y que está repleto de distintos personajes y sus circunstancias, que amplían el marco narrativo y permiten crear un mundo cerrado y representativo de un tipo de sociedad determinada, así como de la época en la que viven.


Fuente: RESERVOIR BOOKS


En la segunda parte nos encontramos, a destacar, con otro triángulo formado por: la importancia de los monstruos para la protagonista, tanto por su asimilación personal como por la recreación de las portadas que realiza; el suspense en la trama, generado por la investigación de un asesinato y la descripción de cada una de las vidas de los personajes/sospechosos secundarios; y, para finalizar, el tiempo pretérito de un personaje que nos traslada a la época nazi y que converge con la realidad en la narración.


Con todos estos elementos, más el formato tan específico en los dibujos, Emil Ferris nos enfrenta ante la disyuntiva de pasar la página para conocer más acerca de la protagonista y de la historia o permanecer en la página para disfrutar de la calidad artística de cada una de las viñetas y de su poder narrativo individual.


Nos encontramos con un gran trabajo, muy valorado por todos aquellos que hemos podido disfrutar de esta gran obra, y que nos obliga a permanecer atentos a próximas creaciones de su autora.


P. D.: Te ánimo tanto a que compartas tu opinión así como cualquier duda, podemos establecer un diálogo a través de los medios habituales y poder disfrutar mucho más de la lectura; ampliaremos nuestra visión y descubriremos elementos que, quizás, hayan pasado desapercibidos.

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