SINOPSIS: En las dos últimas décadas Litoral, fiel al espíritu de sus orígenes, ha potenciado el armónico equilibrio entre el texto y la imagen. Su seña de identidad más genuina ha sido el maridaje de la letra con el color. Así, si su querencia literaria ha derivado hacia la poesía; su querencia artística lo ha hecho hacia la pintura. En esa fértil simbiosis, es cierto que la fotografía ha formado parte de su corpus plástico pero nunca ha estado en primer plano. Había, pues, una deuda pendiente con ella por muchas razones, pero por una sobre todas: los ecos que comparte con la poesía, las fronteras difusas entre ambos lenguajes: la creatividad de la metáfora, la síntesis expresiva, la elipsis, la concisión, la importancia del silencio, la búsqueda del yo en otro —y en otros—, tan característica de los poetas modernos. De ahí que los coordinadores de este número, Antonio Lafarque y José Antonio Mesa Toré, hayan recurrido a la etimología para elegir el título más cabal: Escribir